La justa perversión

La transa, el trueque o el cambio generalmente son de común acuerdo y el trato que se logra satisface a ambas partes, pero cuando los elementos son intangibles qué se puede hacer. Por ejemplo pienso en el trato de un cliente con una meretriz, básicamente es como ir a una carnicería, plata por carne, más plata puede pagar mejor filete, pero y si el cliente no queda satisfecho, se devuelve la plata? ¿Qué se hace en ese caso? ¿Se va al sernac o se reclama con la boleta? En esos casos uno debe aceptar la suerte que le tocó o el ojo que se tuvo para elegir a la acompañante.
La perversión tiene su lado comercial, la perversión es un bien impalpable y en su justa medida se transa en mercados de valores, los que son manejados por sujetos que está inmersos dentro de una razón de la inmediatez, de la transa en el momento, que no apelan a la normas convenidas por gobiernos o cámaras de comercio, por lo mismo su forma de un trato justo y de, en el fondo, entregar lo que podríamos llamar un buen servicio es notar el grado de calentura del cliente y prestar a su mejor presa para que este cazador de safari con sombrero fino y escopeta cara, vaya y haga lo que por naturaleza sabe hacer.
Ahora, si no le gustó o no quedó conforme no hay libro de reclamos y sugerencias, no hay boleta con la que transar un cambio o devolución, aquí la balanza se carga al vendedor y no al cliente. La calentura y la perversión tienen su precio, puedes no quedar conforme y hasta ahí no más llegaste, puedes ir otra vez y seguir con lo mismo, pero el trato justo se hace antes, el trato justo se hace en los dominios de la justicia. Aquí la inversión es la que manda, más por más y menos por menos, esa es la justicia que me gusta, la perversa.